27.6.08

Amaranta,
querida, tengo la suerte de que el diablo me escriba en letras amarillas... lo que se agradece porque me hace ahorrar bastante en rouge.
Nuevamente estoy sobre un tren con los dedos hinchados y rojos de frío, morcillas sin flexibilidad que toman la lapicera sin fuerza y la dejan deslizarse inconscientemente, sin detenerse en el juego del trazo o en hacer bien redondos los puntos de las i.
Y se me viene a la mente el fabuloso recuerdo de las manos de mi abuelo Emidio, sabían realmente bien.
Con lo que te gustan a vos las empanadas de carne picante te hubieras vuelto loca con tan solo probarlas.
Tus ironías y los cuentitos de Franz podemos dejarlos de lado jovencita. Todo asunto de ahora en más queda entre vos y yo, nada de terceros. Tan bien aprendiste Amaranta, que durante mi obligada huida estás entre collares y muñecas alimentándote del fresco Dios del momento.
Mejor dejemos a los muertos en paz y utilicemos el tiempo en lo nuestro: Horacio me ha hecho llegar las instrucciones adecuadas y un mapa de la ciudad. Yo estoy viajando hacia un pueblo cercano, un amigo de Eleonora tiene un "hotel" en la ruta y me va a alojar ahí por el tiempo que se pueda.
Atrás te hago un dibujo de cómo llegar.

Siempre libre.
Anna.-

18.6.08

Horacio, estoy en el hotel que me recomendaste.
Debo decirte que es un verdadero asco.
Diluvió durante todo el viaje, lo que me regaló unas líneas de fiebre. Se escucha la radio del cuarto de al lado, el televisor sólo tiene 3 canales: el del estado, otro de política y como por gracia divina, uno con dibujos animados. Tenias razón cuando me decías que no iba a escuchar al nefasto vociferando jugos en los oídos, pero obviaste comentarme que por la esquina pasan las vías del tren.
La foca bigotuda con ruleros quiso revisar mi equipaje antes de otorgarme el lujo de ser dueña por dos días de su oscuro y húmedo cuarto número o9. Me puso muy nerviosa. Gorda insistente. Con esos ojos de sapito con hepatitis c, mostraba su dentadura bailar cada vez que abría la boca para decir - "son las reglas de la casa señorita, por favor permítame o(b)servar que lleva dentro". Mientras tanto tironeaba con sus deditos rechonchos. Pasa flotando la idea de sacar el revolver y romper con la situación al instante. Pero no, tendría mucho trabajo después y el aliento a cachorro enfermo me invadía cada vez más. Puse en práctica mis años de artes orientales, respire hondo 5 veces y acepté mostrarle mis cosas, pero con la excusa de que sufría una extraña fobia, por lo que ella no podría tocar ningún objeto mío. Saqué las primeras cosas y cuando vió vestiditos floreados y algunas fotos, dejó de prestarle atención al asunto, así que revolví un poco el bolso como para que viera de un lado y del otro pero sin ver nada.
Finalmente terminó apiadándose de mi triste situación de exposición climática y me -alquiló- una bolsa de agua caliente más una frazada.

A esta altura de la carta debes estar sirviéndote un trago y caminando por el living pensando donde habías dejado ese disco que tanto te gustaba de Charlie Parker.
Yo voy a prepararme un cigarro de los que me regalaste para pasar los malos momentos y caminaré hasta el correo aunque sea para sentirme menos sola en compañía del aire fresco.
Tuya,
Anna.-